Hay un murmullo bajo, persistente, que en Buenos Aires y ya nadie disimula: los gobernadores están dejando de mirar al peronismo nacional para empezar a mirarse entre ellos. Y ese movimiento —silencioso hacia afuera pero que va ganando ruidos en los pasillos del poder— puede modificar por completo el mapa legislativo del 10 de diciembre. Lo que está en discusión es algo más que un interbloque: es quién va a ordenar el Congreso en un tiempo donde Javier Milei gobierna con minoría y el PJ atraviesa su crisis más profunda en dos décadas.
Un encuentro que llega cuando más duele
Este jueves, en la Casa de Salta en Buenos Aires, Gustavo Sáenz convocó a Osvaldo Jaldo, Raúl Jalil, Hugo Passalacqua, al neuquino Rolo Figueroa y a operadores de Gerardo Zamora. La postal —tan federal como disruptiva— ocurre a una semana exacta de la jura legislativa y funciona como un mensaje directo al peronismo tradicional.
El kirchnerismo, que intentó contener la fuga con reuniones reservadas de Cristina Kirchner junto a Yedlin y Quintela, llega débil. Y llega tarde. Es la primera vez en mucho tiempo que la liga de gobernadores decide dar un paso sin pedir permiso al PJ nacional.
Cuando el verticalismo ya no funciona
La presión interna es evidente. Germán Martínez buscó frenar la jugada intentando convencer a Jalil de sostener a sus diputados dentro de Unión por la Patria. La respuesta fue un no envuelto en diplomacia: “Catamarca no sigue verticalismos”.
Tampoco colaboró el ruido por la designación de Pamela Calletti en la Auditoría General de la Nación. Para las provincias, perder ese sillón propio fue la señal definitiva de que el peronismo nacional no estaba dispuesto a ceder nada. Para el kirchnerismo, fue el comienzo del desbande: catamarqueños y santiagueños ni siquiera se presentaron en Buenos Aires para sesionar.
Si prospera la jugada, el nuevo espacio federal nacerá con unas 14–15 bancas:
El impacto inmediato: cuatro diputados menos para Unión por la Patria, que quedaría con 92, una banca abajo de La Libertad Avanza. Ese solo dato deja servido en bandeja el anhelo de Martín Menem: que Milei se quede con la primera minoría.
Y eso no es un detalle: es poder en comisiones, poder en la AGN, poder en el Consejo de la Magistratura. En el Congreso, la primera minoría no es sólo una etiqueta: es la llave del edificio.
El Senado también se mueve (y mucho)
La Cámara alta es otro campo minado. Allí, la salteña Flavia Royón aparece como monobloque, pero articulando con Carlos “Camau” Espínola, Alejandra Vigo y Beatriz Ávila. A eso se suman los cuatro senadores de Convicción Federal, alineados a distintos grados con Jalil y Sáenz.
Si ese armado avanza, el Senado podría dejar de responder a la lógica peronismo vs. oposición para ordenarse bajo otro eje: gobernadores vs. todos los demás.
Provincias Unidas: una segunda pata que complica aún más al peronismo
Mientras tanto, el otro experimento federal —Provincias Unidas— también atraviesa su propia metamorfosis. Pullaro y Llaryora desplazaron a Pichetto, a quien ya descuentan fuera de la conducción. Todo indica que la presidencia quedará para Gisela Scaglia (Santa Fe), en un armado que tendría 18 integrantes y podría escalar hasta 23.
Esto último es clave: hoy hay dos experimentos federales en simultáneo, con ADN distinto pero con una coincidencia central: negociar directo con Milei y no esperar a las decisiones de la conducción peronista.
El rol del Gobierno: Santilli opera y Milei aprovecha
A río revuelto.... la ganancia opera para Diego Santilli, el ministro del Interior que viene tejiendo en silencio. Es el interlocutor de Milei en todas estas conversaciones. Ya recibió a Figueroa, a Jalil, a Passalacqua, y tiene agenda abierta para las próximas horas.
El Gobierno busca dos cosas muy concretas:
Si el bloque federal nace antes del 10 de diciembre, Milei habrá logrado, sin una sola ley aprobada, su primer éxito político: fracturar al peronismo desde afuera.
El PJ, entre la implosión y la pelea por la conducción
Mientras tanto, el peronismo nacional mira la escena con alarma. Quintela reclama “una conducción fuerte” del PJ nacional. Cristina Kirchner había advertido, en aquella carta posterior a la derrota electoral, que el mayor riesgo era la fragmentación del bloque.
Ese riesgo hoy ya es una realidad:
– Unión por la Patria podría perder 14 diputados,
– podría perder la primera minoría,
– y podría perder su capacidad de veto simbólico en comisiones clave.
Es el escenario de fragmentación que el kirchnerismo temía, y que los gobernadores parecen dispuestos a impulsar sin miramientos.
Y no termina: todo depende de los cargos
Lo reconocen en voz baja oficialistas, opositores y los propios mandatarios: “Todavía no explotó todo porque se están negociando cargos”.
La silla en la Comisión Mixta Revisora de Cuentas del Senado es uno de los premios mayores. También la AGN, el Consejo de la Magistratura y las presidencias de comisiones sensibles como Presupuesto, Asuntos Constitucionales y Legislación Penal.
Lo que está en juego no es simplemente un bloque. Es una pregunta más profunda: ¿Quién va a representar al interior en un Congreso que se reconfigura bajo un gobierno libertario y un peronismo debilitado?
Si los gobernadores avanzan, nacerá un actor nuevo —híbrido, federal, pragmático— capaz de decidir la suerte del Gobierno y del PJ. Si retroceden, el peronismo respirará, pero quedará claro que la unidad se sostiene sólo mientras nadie pueda romperla.
Este jueves no se cierra nada. Se abre un capítulo. Y empieza una nueva temporada de rosca, donde cada voto vale oro. Y donde, por primera vez en mucho tiempo, el peronismo no controla la lapicera del Congreso.