martes 20 de mayo de 2025
- Edición Nº2358

Gastronomía y Turismo

¿Vamos?

El Retoño en Uribelarrea: una casa de té que combina turismo, gastronomía y naturaleza

En Uribelarrea, una casa de té se volvió refugio, encuentro y proyecto de vida. Cristina, su creadora, encontró en este espacio la manera de ser feliz haciendo lo que ama: compartir, crear y sembrar momentos.



El Retoño Casa de Té no nació como una idea premeditada, sino como una necesidad profunda. Cristina Gil Giraldez, su fundadora, lo dice sin vueltas: “Yo en un trabajo en relación de dependencia no era feliz, me sentía frustrada”. La búsqueda de algo propio fue también la búsqueda de sentido, de libertad y de realización personal. “Veía que las propuestas que hacían en las empresas no me daban bola, entonces dije: me abro e intento hacer algo que me haga feliz”, recuerda.

Amante del turismo, los viajes y la vida al aire libre, eligió Uribelarrea, un pueblo al que solía venir de chica. La conexión con la naturaleza y el ritmo del lugar la convencieron. Si bien al principio no sabía bien qué formato tomaría su proyecto, el camino se fue revelando. “Vi que había muchos restaurantes al mediodía y a la noche, pero nada para después. Se me ocurrió una casa de té porque representa todo lo que me gusta: el encuentro, la charla, las meriendas, estar con amigos”.

Así nació El Retoño, un nombre que también lleva historia y simbolismo. “Un retoño es un nuevo proyecto, una nueva vida. He visto clientes formar familias acá, crear vínculos, crecer. Tiene muchas expresiones y una conexión clara con la naturaleza”.

Más que un lugar donde se sirve té, El Retoño es una casa de pausa. Una casa viva, con alma. “Busco que la gente se sienta como en casa, por eso siempre vuelven. Ya de algunos sabemos cómo les gusta el café, a qué temperatura. Hay una complicidad, una intimidad”, cuenta Cristina. El salón invita a mirar con calma, a detenerse en los detalles, a pasear por el parque y reconocer las plantas.

Pero nada de eso sería posible sin el equipo que la acompaña. Romina, Camila, Brenda, Karen y Griselda forman parte esencial de la experiencia. “Son fundamentales para que todo lo que pensamos se exprese de forma auténtica. Cada una aporta su energía, sus ideas, su compromiso. Son parte de lo que hace que El Retoño tenga identidad”, afirma Cristina. El trabajo colectivo es clave para que la casa de té funcione con armonía y calidez.

La carta, original y con un toque rústico, se renueva con las estaciones. En invierno, por ejemplo, se apuesta a una cocina más “de barro”, con platos reconfortantes y productos de la huerta local. También hay cenas temáticas y una búsqueda constante por reversionar recetas, probar sabores y seguir aprendiendo. “Queremos que la experiencia gastronómica sea única, y que el lugar sea un referente en ese sentido”.

Con un fuerte compromiso con la sustentabilidad, Cristina incorporó un filtro biológico para el agua y sueña con avanzar hacia la energía solar. Todo en El Retoño está pensado desde el amor y el respeto por el entorno.

Cristina encontró en este espacio la posibilidad de ser ella misma, y El Retoño, como su nombre lo anticipa, sigue creciendo. Como los proyectos que se sueñan con el corazón.

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