Cómo reconocer los síntomas y cómo prevenir
La deshidratación severa y la incapacidad del cuerpo para termorregular pueden derivar en síntomas graves como mareos, confusión, dolor de cabeza, piel seca y caliente, aumento del ritmo cardíaco y, en casos extremos, pérdida de conciencia o convulsiones. “Esta combinación de factores compromete nuestra capacidad de termorregulación”, destaca Diulio.
El consumo diario recomendado de agua oscila entre dos y tres litros, aunque esta cantidad debe ajustarse según las necesidades individuales, la actividad física realizada y las condiciones climáticas.
“No hay que esperar a tener sed para beber agua, ya que la sed es un signo tardío de deshidratación. Lo ideal es tomar pequeñas cantidades de agua cada 15 a 20 minutos durante la exposición al calor o el ejercicio”, aconseja el especialista.

La hidratación es fundamental para evitar golpes de calor.
Para quienes practican deportes o desempeñan trabajos físicos intensos, incorporar bebidas isotónicas puede ser beneficioso. Estas ayudan a reponer electrolitos como sodio, potasio y magnesio, esenciales para evitar calambres y mantener el equilibrio corporal.
Una dieta adecuada también contribuye a prevenir el golpe de calor, ya que consumir alimentos frescos y livianos, como frutas y verduras ricas en agua, puede marcar una gran diferencia. Opciones como sandía, melón, pepino y lechuga no solo hidratan, sino que también aportan vitaminas y minerales esenciales.
Es recomendable evitar comidas grasas o muy condimentadas, ya que demandan más energía para ser digeridas, lo que aumenta la sensación de calor. Además, fraccionar las comidas en porciones pequeñas a lo largo del día facilita la digestión y evita la pesadez.
Más allá de la hidratación y la alimentación, otros cuidados son esenciales. Evitar la exposición directa al sol entre las 11 y las 16, usar ropa liviana y de colores claros, sombreros y protector solar son medidas básicas para protegerse de los efectos del calor y los rayos UV.
Quienes realizan ejercicio al aire libre deben optar por entrenar temprano en la mañana o al atardecer, cuando las temperaturas son más bajas, y hacer pausas frecuentes para hidratarse y refrescarse.
El cuidado para los grupos vulnerables
Los adultos mayores y los niños pequeños son los más susceptibles al golpe de calor. En los primeros, la sensación de sed suele estar disminuida, aumentando el riesgo de deshidratación. “Debemos recordarles e incentivarlos a beber agua regularmente, incluso si no sienten sed. También es útil ofrecerles infusiones frías, jugos naturales o agua saborizada”, explica Diulio.
En cuanto a los niños, su sistema de regulación de la temperatura corporal aún no está completamente desarrollado. Es fundamental asegurarse de que consuman agua con frecuencia, ofrecerles frutas frescas y evitar que jueguen al sol durante las horas más calurosas del día. Además, vestirlos con ropa liviana, aplicarles protector solar adecuado y cubrir su cabeza con sombreros son medidas esenciales.