jueves 28 de marzo de 2024 - Edición Nº1940

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Pan, Paz y Trabajo: 30 de marzo de 1982, 41 años, una lucha

Decenas de miles de personas se movilizaron contra la dictadura el 30 de marzo de 1982 bajo el lema “paz, pan y trabajo”. Hubo un muerto en Mendoza, centenares de heridos y miles de detenidos por la represión policial. La protesta fue 3 días antes de la recuperación de las islas Malvinas, el 2 de abril.



No fue una marcha más. Fue el comienzo del fin de la última dictadura militar. Ocurrió el 30 de marzo de 1982. Tres días después los soldados argentinos recuperaron las islas Malvinas y se iniciaba la guerra con Inglaterra. Durante la movilización, encabezada por Saúl Ubaldini, había un movimiento repetitivo: las columnas que intentaban marchar hacia la Plaza de Mayo vallada y la represión cada vez más violenta de la policía.

Las protestas no sólo ocurrió en Buenos Aires. Se repitió en Rosario, Mendoza, Neuquén y Mar del Plata. Todos bajo la misma consigna: “Pan, Paz y Trabajo”, que sintetizaba los reclamos más fuertes de una sociedad harta de guardar silencio después de seis años de vivir aplastada bajo las botas de la dictadura.

Por eso, bajo estas tres palabras, otra consigna se multiplicó en las gargantas de los manifestantes hasta encarnarse en un grito que desafiaba el estruendo de las balas de la represión: “¡Se va a acabar, se va a acabar, la dictadura militar!”. Los mismos cánticos que ya se habían escuchado en algunas tribunas de canchas de fútbol como la de Nueva Chicago, en Mataderos.

En los alrededores de la Plaza de Mayo los manifestantes se enfrentaron con la policía durante 6 horas. Hubo centenares de heridos y más de mil detenidos. En Mendoza, la represión policial se había cobrado un muerto; en otras ciudades del país decenas de heridos y detenidos engrosaban el número de víctimas de la represión.

Muchos años más tarde, en una entrevista con el periodista Diego GenoudSaúl Ubaldini la recordaría así: “La jornada más maravillosa para mí fue la del 30 de marzo de 1982, antes de Malvinas, cuando salimos a la calle y fuimos detenidos. Pero fue una movilización masiva, con una sola tristeza: la muerte del compañero Benedicto Ortiz. Después fue el pueblo el que reaccionó. Desde los balcones tiraban macetas a la policía, de todo. Yo creo que apresuró el camino hacia la democracia. Fue una jornada maravillosa, no tuvo el brillo del 17 de octubre pero yo creo que tuvo la valentía misma del 17 de octubre”.

Tres días después de aquella histórica movilización, el desembarco de las tropas argentinas en las Islas Malvinas pareció detener – y hasta revertir – la cuenta regresiva hacia ese final. Fue el último espejismo de una dictadura que en su fuga hacia adelante no reparó en sacrificar más vidas para evitar su inevitable caída.

Lorenzo Miguel y Saúl Ubaldini, los dos dirigentes gremiales más relevantes entre los combativos

Lorenzo Miguel y Saúl Ubaldini, los dos dirigentes gremiales más relevantes entre los combativos

Dictadura y sindicatos

Una de las primeras medidas de la dictadura instalada el 24 de marzo de 1976 fue intervenir a la mayoría de los sindicatos y encarcelar a muchos de sus dirigentes. A otros, directamente, los hizo desaparecer.

Los trabajadores se organizaron en diferentes nucleamientos, diferenciados entre sí por sus posiciones conciliadoras o combativas frente a la dictadura. Saúl Ubaldini se incorporó al sector más resistente, la Comisión de los 25 gremios peronistas, donde también estaban, entre otros, Raúl Ravitti, de la Unión Ferroviaria; Roberto García, de Taxistas; José Rodríguez, de Smata; Fernando Donaires, del Papel, y Osvaldo Borda, del Caucho.

La posición de “Los 25″ se endureció aún más en marzo de 1979, cuando el ministro de Trabajo de Videla, el general Llamil Reston, anunció una reforma de la Ley de Asociaciones Profesionales que recortaría aún más los derechos de los trabajadores.

El 21 de abril de ese año, la Comisión de “Los 25″ lanzó una convocatoria a una Jornada de Protesta Nacional para el 27, cuando se manifestarían por la restitución del poder adquisitivo de los salarios, la plena vigencia de la Ley de Convenciones Colectivas de Trabajo y la normalización de los sindicatos.

El ministro Reston convocó a los dirigentes, entre los que estaba Ubaldini, a una reunión en la sede de la cartera de Trabajo. Decidieron ir, aunque previeron que podían encarcelarlos, por lo que dejaron organizado un Comité de Huelga para que la jornada de protesta se realizara igual, aunque ellos no estuvieran.

Cuando salían de la reunión, Ubaldini y sus compañeros fueron detenidos por la policía, uno por uno. Pero el Comité de Huelga cumplió con su misión: el 27 de abril de 1979, pararon todas las fábricas del cordón industrial del Gran Buenos Aires y del interior, los ferrocarriles Sarmiento, Roca y Mitre.

Fue la primera huelga contra la dictadura. Ubaldini la siguió desde su celda y recién fue liberado a mediados de julio.

La ofensiva sindical

La huelga del 27 de abril de 1979 potenció la resistencia sindical a la dictadura. “Debemos comprometer hasta la última gota de nuestra sangre para impedir que se repita otra dictadura que, como ésta, suma al país en oprobio, miseria, hambre y dolor de perder a sus mejores hijos; y la democracia es el único medio que conocen los pueblos libres para hacer sus revoluciones en paz”, dijo Ubaldini en un discurso que marcó el cambio de época.

Ya ocupaba la secretaría general de la CGT. En 1980, cuando la central sindical se dividió entre la CGT Azopardo -conciliadora– y la CGT Brasil -combativa-, Ubaldini se sumó a la segunda, junto a Diego Ibáñez, Lorenzo Miguel y todo el sector de “Los 25″. En diciembre de ese año lo eligieron secretario general.

El 7 de noviembre de 1981, la CGT Brasil convocó a una marcha hacia la Iglesia de San Cayetano, con el reclamo de “Pan, paz y trabajo”. La movilización, encabezada por Ubaldini, congregó a más de diez mil trabajadores, que fueron duramente reprimidos.

Era la primera movilización multitudinaria desde el 24 de marzo de 1976; también el embrión de la marcha que, casi sin meses después, cambiaría la historia.

La multitudinaria marcha del 7 de noviembre de 1981 a San Cayetano le dio impulso a la CGT-Brasil para hacer una convocatoria a Plaza de Mayo el 30 de marzo de 1982 con la misma consigna:

La multitudinaria marcha del 7 de noviembre de 1981 a San Cayetano le dio impulso a la CGT-Brasil para hacer una convocatoria a Plaza de Mayo el 30 de marzo de 1982 con la misma consigna: "pan, paz y trabajo"

La marcha del 30 de marzo

El 24 de marzo de 1982 la dictadura, ahora encabezada por Leopoldo Fortunato Galtieri en el sillón presidencial, había cumplido seis años y su desgaste era evidente, aunque todavía no se vislumbraba su final.

La marcha convocada por la CGT Brasil para el 30 de marzo bajo la misma consigna que la movilización a San Cayetano del año anterior amenazaba con multiplicar el número de manifestantes y la dictadura trató de impedirla por todos los medios.

Desde el Ministerio del Interior intentaron presionar a los sindicalistas, con el argumento que la CGT no había solicitado la autorización para realizar el acto y que sus dirigentes podían ser imputados por alterar el orden público. Además, les recordaron que seis de los convocantes, entre ellos Ubaldini, estaban procesados por convocar a huelgas anteriores, una actividad prohibida.

Las amenazas no tuvieron efecto y la convocatoria a la marcha se mantuvo en pie.

El 30 de abril, el centro de Buenos Aires amaneció poblada de carros de asalto, carros hidrantes, patrulleros, policías a caballo e incluso militares en traje de fajina, armas largas y cortas. Para evitar que los manifestantes llegaran a la Plaza de Mayo y entregaran un petitorio en la Casa Rosada, se establecieron cordones policiales en las avenidas 9 de Julio, Santa Fe, Leandro N. Alem, Paseo Colón y Belgrano. También se cortó el Puente Pueyrredón para impedir el acceso desde el Conurbano sur, desde donde se esperaba que llegara la mayoría de las columnas.

El operativo era gigantesco, pero los manifestantes superaban los cuarenta mil. No había solamente trabajadores convocados por los sindicatos de la CGT Brasil, a ellos se sumaron columnas y grupos de organizaciones estudiantiles, de derechos humanos, agrupaciones políticas y gente suelta, mucha gente suelta y dispuesta a repudiar a la dictadura con consignas como “Luche que se van”, “Se va a acabar, se va a acabar, la dictadura militar” y “El pueblo unido jamás será vencido”.

La represión no se hizo esperar: la policía comenzó a golpear, a tirar gases lacrimógenos y a atropellar con sus vehículos a todos los que pretendían avanzar hacia la Plaza de Mayo.

 

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