jueves 28 de marzo de 2024 - Edición Nº1940

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Lado B

Che Guevara: a 94 años de su nacimiento su figura sigue intacta

La figura de Ernesto Guevara simboliza la idea de la rebeldía contra la injusticia y de la revolución contra el orden opresor. En cualquier lugar del mundo, su imagen estampada en remeras, posters o banderas, acompaña las movilizaciones sociales. En Rosario se lo ama y odia con igual intensidad.



A esta altura, el Che Guevara, que ayer hubiera cumplido 94 años, ya ocupa holgadamente la categoría de mito contundente, de mito entre mitos. Y este sesgo fundamental de su figura lo que sigue sosteniéndolo en el imaginario de vastas porciones de la población mundial, sobre todo en aquellos movimientos o sectores políticos que creen que su gesta fue uno de los hechos revolucionarios más importantes de la historia universal.

Sin necesidad de compararlo con otras figuras revolucionarias alrededor del mundo, hay en su búsqueda permanente de liberación para los pueblos oprimidos, un gesto generoso y solidario que lo enaltece y lo inviste de las cualidades esenciales que debería portar todo revolucionario que vea en el desposeído la más grande de las injusticias que puede perpetrar el hombre contra el hombre.

El Che fue asimilado por todas las facciones políticas de izquierda aunque no concuerden con su práctica política revolucionaria. Fue tal su desprendimiento de su vida individual que es, casi, un ejemplo inimitable.

Por lo tanto, desde los movimientos políticos hostiles a lo que el Che sostenía en vida, como los partidos comunistas de varias partes del mundo que fueron enemigos declarados del cuestionamiento por izquierda que representaba el guevarismo. O el mismo chavismo, que representó una reedición del nacionalismo burgués –sin desmedro de todas aquellas políticas públicas implementadas en favor de las mayorías–, cuando lo incorporó como parte de la herencia del autoproclamado “Socialismo del siglo XXI”. En Argentina, bajo el gobierno de Néstor Kirchner, la figura del Che fue colocada en la Galería de los Patriotas.

El Che, una ostentación casi obligatoria para gobiernos de distinto signo

Es decir, el Che, como símbolo caló hondo en casi todos los gobiernos que verdaderamente intentaron e intentan cambiar algunas de las desequilibradas relaciones de poder imperante. No existen hoy a lo largo del mundo gobiernos revolucionarios tal cual se entendieron en el siglo XX; tal vez como furgón de cola podría mencionarse a Cuba por su heroica resistencia al infame bloqueo estadounidense y sus aliados occidentales, pero su estatus se ha modificado en los últimos años merced a los embates globalizadores del capital y sus necesidades económicas que desde siempre han sido urgentes.

Por eso muchos gobiernos reformistas, nacionalistas y populares o progresistas –a veces variantes de un mismo proceder aunque sus diferencias ideológicas siempre cuentan–, tuvieron la necesidad de hacer suyo ese símbolo indoblegable de las luchas revolucionarias. Pero no solo de estos gobiernos se trata, hubo muchas otras gestiones de signo totalmente contrario, que necesitados de demostrar algún gesto que los corriera de un formato obsoleto o le disimulara un poco su tendencia a cumplir las directivas de los sectores del poder concentrado, erigían un busto del Comandante Che Guevara en alguna plaza pública, o llamaban una calle con su nombre en una demostración de ese canibalismo tan propio de quienes gobiernan de espaldas a los sectores más vulnerables.

Figura aclamada aunque controvertida en su ciudad de nacimiento

Por eso el Che es hoy uno de los pocos revolucionarios que derriba cualquier frontera y su rostro imperecedero asoma en afiches, ropas, ornamentos, fotografías artísticas; su derrotero es objeto de films documentales y de ficción de variada procedencia, porque ¿Quién no ha querido alguna vez hacer una película sobre el insigne guerrillero que ofrendó su vida en combate contra la opresión del hombre?

Su ciudad de nacimiento, Rosario, ha constituido diferentes espacios que lo homenajean; está incluso el llamado “El circuito del Che” –instrumentado por la municipalidad– que puede seguirse desde una aplicación de celular para visitar lugares emblemáticos que aluden de alguna u otra forma a su presencia en la ciudad: la foto de sus padres con Ernesto cuando es apenas un niño, emplazada en una zona del Parque de la Independencia, es una de ellas.

En 2002, el Che fue declarado “Ciudadano Ilustre post mortem” a través de un decreto municipal, y en ese mismo momento el puente que une la ciudad con la autopista Rosario-Córdoba fue bautizado con su nombre.

Y existe una “Plaza del Che” con una escultura de su figura hecha con 75 mil llaves donadas por ignotos vecinos y por personalidades algo más públicas. Su casa natal, el edificio situado en calle Entre Ríos y Urquiza fue uno de los sitios más visitados por extranjeros durante varios años.

Sin embargo, no todos en Rosario rescatan la figura del indoblegable luchador; por el contrario, voces airadas se manifestaron cada vez que alguna acción oficial buscaba simbolizarlo concretamente. El Che en Rosario sigue siendo tan aclamado como resistido por vastos sectores, pero es indudable que nadie puede desentenderse de su particular gesta, liberada de toda apetencia personal y dedicada a la lucha revolucionaria en un contexto internacional donde los imperialismos ahogaban a sangre, fuego, tortura y desapariciones cualquier intento de combatir su injerencia y dominio de los países.

Pocos como él se han atrevido a tanto.
 

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