Aquellas proyecciones históricas para el trigo y expectativas favorables para la gruesa, atraviesa uno de los momentos más críticos de los últimos años en la provincia de Buenos Aires, donde cerca de 5,8 millones de hectáreas permanecen bajo el agua y las pérdidas económicas ya superan los u$s2.000 millones, según estimaciones privadas. Si el clima no se estabiliza antes de diciembre, el impacto podría acercarse a los u$s3.000 millones.
De la campaña “excepcional” a la crisis hídrica
Los informes recientes de la Bolsa de Cereales de Buenos Aires (BdeC) y de la Bolsa de Comercio de Rosario (BCR) coincidían en un diagnóstico optimista: el trigo transitaba un ciclo agronómico sobresaliente. A nivel nacional se proyectan 24 millones de toneladas —el mayor volumen de la historia— y rindes récord en la región núcleo, donde se esperan 8 millones de toneladas con promedios de 50,4 qq/ha.
Pero ese escenario no se replica en la zona inundada de Buenos Aires. CARBAP estima que 5,8 millones de hectáreas están comprometidas por anegamientos y suelos sin piso. Pehuajó, Lincoln, Carlos Casares, Bolívar, 25 de Mayo, 9 de Julio, Bragado y Rojas figuran entre los distritos más afectados: caminos rurales intransitables, lotes aislados y cultivos que no podrán cosecharse.
Muchos trigales a punto de cosecha exhiben espigas volcadas, brotado y pérdida de calidad, mientras que se calcula que entre 200.000 y 300.000 hectáreas directamente quedarán sin trillar.
Un contraste que divide al país
A solo unos cientos de kilómetros hacia el norte, la foto productiva es radicalmente distinta. En localidades como Carlos Pellegrini, Sanford y María Susana, los agrónomos describen una campaña “excelente”, con rindes que rondan los 40–65 qq/ha y sin demoras ni enfermedades significativas. El clima, en esa región, consolidó el máximo potencial del cultivo.
El problema no es la falta de productividad, sino la desigualdad climática: mientras parte del país se acerca a un récord histórico, la principal provincia agrícola pelea por sostener la superficie cosechable.
La gruesa también en riesgo
Aunque todavía no hay rindes para evaluar en soja y maíz, las expectativas ya muestran señales críticas. La soja apenas cubre el 12,9% del área nacional, con una demora interanual de 7,4 puntos. El principal motivo: Buenos Aires.
En el norte provincial, las sembradoras no pueden avanzar. Lotes sin piso, caminos cortados y persistencia de lluvias podrían dejar fuera de la campaña entre el 20% y el 30% del área en distritos como Rojas, Junín, Salto y Chacabuco.
En la región núcleo el avance es del 55%, pero también empiezan las alertas. En Río Tala, por ejemplo, la siembra apenas llega al 30–40% debido a las precipitaciones que además retrasan la cosecha de arveja.
El maíz temprano, con un avance del 36,6% y un 76% del cultivo entre Bueno y Excelente, también enfrenta un riesgo: más de 200.000 hectáreas podrían perderse en Buenos Aires por anegamientos o imposibilidad de sembrar en fecha.
La pregunta que empieza a imponerse es estructural: ¿cuánto podrá sembrarse realmente en la principal provincia agrícola del país?
Golpe económico y riesgo logístico
El impacto económico es inmediato. Los costos hundidos de labores ya realizadas, los daños en caminos rurales y la interrupción de la logística encarecen cada etapa de producción. Transportistas, contratistas, proveedores de insumos y productores se ven afectados en simultáneo.
Las pérdidas —ya estimadas en más de u$s2.000 millones— no solo comprometen el ingreso de divisas, sino también la actividad de las economías del interior, que dependen del movimiento agropecuario.
El meteorólogo Leonardo De Benedictis (Meteored) anticipó nuevas lluvias entre jueves y viernes, moderadas pero suficientes para agravar la situación en suelos saturados del norte y centro-oeste bonaerense. Incluso precipitaciones leves pueden impedir la siembra de la gruesa y profundizar los daños sobre el trigo.
La campaña 2025/2026 será recordada como un ciclo de contrastes extremos: zonas con rendimientos extraordinarios conviven con millones de hectáreas convertidas en lagunas. El agua, que consolidó el potencial del trigo en buena parte del país, se transformó en Buenos Aires en una amenaza estructural que redefine la superficie sembrada, el volumen final y la generación de divisas.
En un momento en el que el agro estaba proyectado para aportar uno de los mayores ingresos de la última década, la provincia más productiva enfrenta una crisis hídrica que vuelve a poner al clima en el centro del mapa económico argentino.