lunes 17 de noviembre de 2025
- Edición Nº2539

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Créditos UVA: la fábrica de deudas eternas que vuelve a encerrar a la clase media

11:37 |Una historia que se repite: del sueño de la casa propia al abismo financiero. El relato en primera persona de un docente atrapado en un crédito interminable



Facundo es docente, padre, y uno de los miles de argentinos que un día creyó haber encontrado, por fin, una posibilidad de acceder a la vivienda propia, según precisa a InfoMiBa. En 2017 tomó, junto a su entonces pareja, un crédito hipotecario UVA por 2,3 millones de pesos. Aquel monto alcanzaba para proyectar un futuro: una cuota baja, accesible, “como un alquiler”, y la promesa –insistente, repetida y blindada por publicidad bancaria y declaraciones oficiales– de un sistema “moderno”, “seguro” y “sustentable”.
Hoy, ocho años después, su cuota mensual supera el 1.300.000 pesos. Y la deuda global, aun pagando, creció hasta rozar los 160 millones. Lo que comenzó como un acceso a derechos terminó como un encierro financiero del que parece imposible salir. Facundo no es la excepción; es el síntoma.
Hace cuatro meses, la madre de sus hijos ya no puede pagar la cuota. Él la ayuda como puede. Ambos son titulares del préstamo y, además de la deuda, ahora cargan con más  consecuencias inesperadas: el Banco Provincia les retiró beneficios básicos, como descuentos de Cuenta DNI o devoluciones de tarjeta, bajo el argumento de que deben “regularizar su situación”. La abogada les explicó que esto ya le ocurrió a otros clientes, y la sumatoria de hechos asfixiantes, engrosan la lista.
Facundo lo resume con un realismo crudo: “Todos los meses pagamos una fortuna, debemos cada vez más, y no entendemos cómo puede ser”. Lo que él vive es, precisamente, la estructura profunda del problema UVA: un sistema que promete seguridad y termina generando deudas que crecen más rápido que la inflación y más rápido incluso que el valor de la propia vivienda.

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Un diseño pensado para funcionar… en otro país

Cuando en 2016 el Gobierno de Mauricio Macri decidió importar el sistema chileno, la promesa era clara: cuotas iniciales bajas, capital ajustado por inflación, salarios creciendo por encima de los precios y una macroeconomía ordenada. Nada de eso ocurrió.
Mercedes Tonelli, abogada especializada en derecho del consumidor y del crédito hipotecario, lo expresó a InfoMiBa con una precisión quirúrgica: “Los créditos UVA son, en los hechos, como tomar deuda en dólares pero con otro nombre. Funcionan exactamente igual para el deudor.” La advertencia es clave: el mecanismo reemplaza un tipo de riesgo por otro. Ya no es el banco el que pierde valor por inflación: es la familia. El capital nunca se deteriora; siempre se actualiza. Y sobre ese capital actualizado se cobra un interés real que, en la Argentina, llegó a multiplicar las tasas del modelo chileno.
Para Tonelli, el problema de fondo es estructural, no accidental: “Las líneas hipotecarias tienen una finalidad constitucional primaria: garantizar el acceso a la vivienda. Si el mecanismo genera efectos opuestos —deuda perpetua, angustia, riesgo de ejecución—, ese mecanismo es ilegítimo y debe ser revisado.”

El corazón del desastre: inflación alta, salarios reales en caída y un sistema francés que nunca amortiza
 

El UVA combina tres variables que en la Argentina generan un cóctel explosivo:

  • inflación persistente,
  • salarios deteriorados,
  • amortización francesa, donde las primeras cuotas son casi puro interés.

En ese esquema, los pagos mensuales no reducen el capital adeudado: apenas sostienen la estructura del crédito, mientras el capital ajustado crece por el índice UVA. El resultado es el escenario que viven miles de familias: pagan sumas enormes y la deuda, lejos de bajar, sube.
Tonelli lo con ceptualiza sin eufemismos:“La extensión automática del plazo o el tope transitorio de cuota sólo patean la crisis hacia adelante y acumulan más intereses. Es como pagar el mínimo de la tarjeta todos los meses. Nunca salís del problema: lo profundizás.”
Este mecanismo explica por qué tantos hipotecados descubren que, tras años de pagar, deben más que al inicio e incluso más que el valor actual del inmueble. Ese quiebre económico tiene un correlato jurídico: viola principios básicos del derecho constitucional, donde ningún crédito hipotecario puede generar un endeudamiento negativo que desnaturalice su finalidad.

Información distorsionada y oferta engañosa: por qué nadie sabía en qué se estaba metiendo
 

Los tomadores de créditos UVA no fueron ingenuos: actuaron basados en información que luego resultó incompleta, sesgada o directamente falsa, en donde en ese momento los bancos aseguraron que la cuota nunca superaría el 25% o 30% del ingreso. Para la ley de Defensa del Consumidor, esa publicidad obligatoria pasa a ser parte del contrato. Sin embargo, ese límite fue barrido por la inflación.
En las sucursales bancarias se entregaban simulaciones en tres escenarios inflacionarios —bajo, medio y alto— que jamás contemplaban la inflación real que vendría y entonces la cuota proyectada siempre aparecía como razonable.
En esa línea, la letrada detalla la dimensión de esa falla informativa: “El consumidor hipotecario tiene derecho a saber cómo evolucionará su deuda, cuánto terminará pagando, qué mecanismos disparan aumentos y cómo se distribuye el riesgo. Nada de eso fue informado adecuadamente. Las personas sienten que están pagando cheques en blanco todos los meses.”
En ese marco, el sistema nació sobre una verdad a medias: que la inflación bajaría. Esa expectativa oficial no sólo no se cumplió: se invirtió. Y la clase media pagó el costo.

Un problema constitucional, no financiero: la vivienda como derecho vulnerado

El artículo 14 bis de la Constitución establece que el Estado debe garantizar el acceso a una vivienda digna. El artículo 42 protege especialmente a los consumidores frente a abusos y contratos lesivos. Para Tonelli, cualquier análisis serio del sistema UVA debe partir de esa base: “A la hora de evaluar estos créditos, el interés constitucional de acceso a la vivienda debe tener prioridad por encima del derecho de propiedad del acreedor. La finalidad social del crédito hipotecario está por encima de cualquier cálculo financiero.”
La abogada sostiene que resulta imposible creer que miles de familias hayan “interpretado mal” el contrato: lo que hubo fue una estructura contractual que, en los hechos, cambió su naturaleza durante la ejecución. Cuando un crédito que debía mejorar condiciones de vida termina generando angustia, deterioro emocional, incertidumbre económica y riesgo de ejecución, la falla es institucional, no individual.

Angustia, insomnio y vidas suspendidas

El impacto emocional es profundo. Tonelli lo describe en primera persona, a partir de años patrocinando a deudores: “Los hipotecados viven en un estado de tensión permanente: ansiedad, insomnio, problemas familiares, síntomas físicos. Son personas honradas que buscan tener un techo.”
En el caso de Facundo, la deuda actual no sólo amenaza su estabilidad económica: ya se extendió a su identidad financiera. Perder beneficios bancarios —como los del Banco Provincia— es una forma silenciosa de sanción que exhibe el costo social de ser “hipotecado UVA”.


La Justicia se endurece mientras la política se retira

Durante los años de mayor inflación, algunos tribunales ordenaron readecuaciones. Hoy ese clima cambió. La justicia federal adopta criterios cada vez más rígidos: pérdida de empleo, crisis económicas o desfasajes inflacionarios ya no se consideran hechos “extraordinarios”.
Mientras tanto, el sistema político se paralizó. El proyecto de alivio con media sanción quedó archivado. El Congreso no debate. El Banco Central no interviene.
Para Tonelli, esta inacción no es neutral: “Hay falta de voluntad política" y agrega recordando el posicionamiento del presidente Milei: "Lo dijo el presidente al asumir su mandato, es un tema entre privados y tienen que arreglarse entre ellos".


La reactivación del UVA sin reformas: el riesgo de una segunda tragedia

En un contexto de inflación más baja, los bancos volvieron a ofrecer créditos UVA. Pero el sistema es idéntico al de 2017: mismo índice de actualización, misma lógica de amortización, misma transferencia de riesgo, misma ausencia de protección estatal. Y en ese marco, la realidad argentina  no asegura que el próximo ciclo económico no vuelva a disparar la inflación:  “El sistema UVA sólo funciona si la economía funciona. Y si la economía argentina ha demostrado algo, es que no ofrece estabilidad a largo plazo”, advierten especialistas.
 

¿Hay salida? Sí. ¿Se aplica? No.

Modificar el índice de actualización, revisar la tasa, topear la relación cuota–ingreso, convertir los créditos a esquemas mixtos o crear mecanismos automáticos de alivio ante crisis no sólo es posible: es técnicamente sencillo.
El problema es político. Y mientras el Estado no intervenga, la única salida será judicial: lenta, fragmentada y llena de obstáculos.
Un país que reincide: del dólar al UVA, la misma lógica con otro nombre
Antes de 2001, los créditos en dólares terminaron en un colapso masivo. Hoy el UVA reproduce ese esquema con otro envase. El resultado es idéntico: endeudamiento creciente, riesgo sobre el consumidor, ausencia de regulación protectoria y un Estado que mira hacia otro lado.

"El único camino que tienen hoy los ciudadanos para hacer valer sus derechos es la acción judicial", sostiene Tonelli consultada una solución más inmediata y factible, a la vez que alertando a quienes hoy piensen en sacar un crédito: "Tienen que tener claro que están endeudándose en algo parecido a dólares.  Si la inflación baja y los salarios reales crecen, puede ser un muy buen mecanismo de acceso a la vivienda.  Pero si la brecha entre la inflación y los salarios es cada vez peor, entonces no funciona. Además es clave la información que se brinde a los deudores.  Cada persona que tome un crédito tiene derecho a que se le explique cómo se va a ejecutar, cuánto va a terminar pagando, cómo se va a desmenuzar la relación jurídica en el tiempo", algo que claramente no sucede y de lo cual tampoco se toma dimensión.

Mientras tanto, en la vida real…Facundo sigue pagando. La deuda sigue creciendo. Los beneficios del Banco Provincia no volverán por ahora. La causa judicial avanza lentamente. Y miles de familias viven en el mismo estado de incertidumbre, con el mismo miedo silencioso: perder su casa después de haber pagado años.
Los créditos UVA regresan al mercado como si el pasado no hubiera ocurrido. Pero los efectos siguen ahí, latentes, acumulados, cada vez más visibles.
El sueño de la casa propia —otra vez— está siendo desplazado por un sistema que promete estabilidad pero entrega deuda, ansiedad y un futuro hipotecado.
 

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