El fuerte temporal que azotó en las últimas horas a Bolívar dejó un panorama de destrucción: techos volados, árboles y postes caídos, viviendas anegadas y familias sin luz ni agua. Con ráfagas que superaron los 100 km/h y lluvias que en algunas zonas sobrepasaron los 130 milímetros, el distrito se convirtió en uno de los más golpeados por la ola de tormentas que afecta al interior bonaerense desde comienzos de octubre.
El intendente Marcos Pisano confirmó que las cuadrillas municipales trabajan desde la madrugada junto a equipos de Emergencia del Ministerio de Seguridad bonaerense para asistir a los vecinos y restablecer los servicios básicos. “Estamos trabajando codo a codo con la Provincia para reparar los daños y garantizar asistencia inmediata. En momentos como este no puede haber banderías políticas”, sostuvo el jefe comunal, quien aún no recibió contacto de Nación.
El ministro de Gobierno, Carlos Bianco, explicó que “ha llovido más del doble de lo habitual en un año” y subrayó que los eventos extremos “muestran con claridad que el cambio climático ya es una realidad”. Desde el gobierno provincial indicaron que se coordinan acciones con los municipios para asistir a las familias afectadas y evaluar daños productivos en zonas rurales.
Preocupación en el campo
Mientras tanto, el agua continúa avanzando sobre campos y caminos en el centro y noroeste bonaerense. En Carlos Casares, 9 de Julio y Bragado, las precipitaciones extraordinarias dejaron bajo el agua miles de hectáreas, provocando pérdidas millonarias para los productores. Las lluvias intensas, sumadas a la falta de infraestructura hidráulica adecuada, convirtieron a varios parajes rurales en verdaderas islas.
“Tenemos tres canales cerca y el agua viene de todos lados, pero el problema es que no sale”, relató María Rosa, vecina de Bragado, mientras intenta salvar a sus animales. “Si desborda el terraplén, va a ser un desastre. Pero no me voy a ir, este es mi lugar”, agregó.
Según el ingeniero en recursos hídricos Claudio Velasco, “gran parte de esta situación pudo evitarse con una planificación sostenida. Hay un déficit histórico de infraestructura: solo la cuenca del Salado necesita inversiones por 9.600 millones de dólares”.
La combinación de años de sequía y lluvias torrenciales dejó expuesta una vulnerabilidad estructural que el campo bonaerense arrastra hace décadas. Entre la emergencia inmediata y la urgencia de soluciones de fondo, los productores insisten en que el agua no solo se lleva cosechas y caminos, sino también las promesas de una infraestructura que aún espera concretarse.