
El dato parece menor, pero no lo es: Karina Celia Vázquez, más conocida como Karen Reichardt, es la flamante candidata a diputada nacional por La Libertad Avanza, vota en Palermo. El padrón electoral la ubica en la mesa 6592 del Instituto Logosófico González Pecotche, a varias cuadras de Plaza Armenia. No obstante, el 26 de octubre encabezará la lista de Javier Milei en territorio bonaerense: paradójico o simbólico, el caso de Reichardt condensa el modo en que la política contemporánea se alimenta más de rostros conocidos que de trayectorias territoriales.
Reichardt saltó al escenario público en los 90 como modelo y conductora de TV. Décadas después, regresa al centro de la escena, pero ahora como parte de un armado político que intenta capitalizar la popularidad como valor electoral.
Cabe recordar que su llegada al primer lugar de la boleta fue tan repentina como reciente: reemplaza a José Luis Espert, que renunció tras verse envuelto en un escándalo judicial. En ese contexto, la figura mediática apareció como una “solución rápida”, pero su empadronamiento en CABA deja abierta la pregunta sobre la representatividad de los candidatos cuando ni siquiera comparten el territorio de sus votantes.
Mientras el mileísmo continúa defendiendo su armado como expresión de “renovación política”, el caso de Karina Celia expone las grietas entre discurso y práctica, y la sensación de que en la política argentina el casting continuaría siendo más importante que la convicción.