
El Gobierno libertario celebró en el primer semestre de 2025 haber alcanzado un “superávit histórico”. En palabras simples: según el gobierno, ingresó más dinero del que se gastó. Pero al mirar de cerca cómo se lograron esos números, aparecen matices que cambian el panorama.
“El notable superávit primario alcanzado en el período se encuentra esencialmente determinado por el sensacional comportamiento de los ingresos totales, pero ese resultado se explica casi exclusivamente por recursos extraordinarios del Banco Central y por un ajuste concentrado en partidas sociales”, advierte el economista Alejandro Sangiorgio, autor del informe.
El rol del Banco Central
Una parte clave del resultado se explica por un ingreso excepcional: en abril, el Banco Central transfirió al Tesoro $11,9 billones en utilidades. Es decir, ganancias contables que el organismo había tenido en 2024. “Si se prescinde de esas utilidades, los ingresos totales hubieran caído 0,6% en lugar de subir 19,9%. En ese escenario, el superávit primario se habría reducido a apenas un tercio del efectivamente registrado”, precisa Sangiorgio.
En términos concretos: sin esa ayuda puntual, el superávit primario sería de 0,87% del PBI y no del 2,43%, mientras que el financiero apenas llegaría al 0,21% del PBI.
Los recortes en el gasto
El informe también señala que la mejora fiscal se construyó a costa de reducciones muy fuertes en áreas sensibles:
“El ajuste se concentró en subsidios económicos, planes sociales y salarios del sector público. Se trata de partidas que no tienen cláusulas de indexación, a diferencia de jubilaciones y pensiones que crecieron por la fórmula de movilidad”, explica Sangiorgio.
El caso de las provincias es ilustrativo. En apariencia, las transferencias crecieron un 98% real, pero al desagregar los números se observa que ese aumento se debe exclusivamente a la cautelar de la Corte Suprema a favor de la Ciudad de Buenos Aires. “Si se excluyen esos recursos, las provincias no recibieron un peso más en términos reales. El relato oficial de un mayor compromiso con las provincias queda demolido”, sostiene.
El “maquillaje” de la deuda
Otro factor central fue la forma en que se computaron los intereses de la deuda. El Gobierno emitió bonos que “capitalizan” intereses, es decir, que no se pagan mes a mes sino al vencimiento, sumándose al capital. “Este diseño le permite al Tesoro esconder los intereses en lugar de registrarlos explícitamente, mostrando un superávit que en realidad encubre un déficit”, subraya el economista.
De acuerdo con su cálculo, si se sumaran esos intereses capitalizados, el semestre habría cerrado con un déficit de 2,2% del PBI en lugar de un superávit de 1,77%. “Si además se descuentan las utilidades del Banco Central, el déficit sería aún mayor: 3,7% del PBI. Allí se revela la verdadera dinámica fiscal del Gobierno libertario”, concluye.
Economía real en retroceso
Más allá de las cuentas, el impacto en la vida cotidiana es negativo. “El dogma de la austeridad fiscal extrema y la contracción monetaria no logran traducirse en una recuperación sostenida. Al contrario, vemos estancamiento económico, caída del consumo, aumento del desempleo, deterioro del salario real y más precarización laboral”, advierte Sangiorgio.
El desafío del segundo semestre
De cara a lo que resta del año, el panorama es incierto. La aprobación en el Congreso de leyes con impacto fiscal, la suba de tasas para contener el dólar y el clima electoral generan tensiones adicionales. “La gestión libertaria debe afrontar un escenario desafiante que puede socavar el supuesto superávit. Lo que se exhibe como equilibrio fiscal corre riesgo de dinamitarse en pocos meses”, concluye Sangiorgio.