
Las hojas caídas, macetas secas o los tallos flácidos son algunos de los síntomas de una planta moribunda. A pesar de esta situación, no siempre significa que la misma esté condenada a su “muerte”.
Justamente, con unos simples cuidados bien aplicados, es posible volver a verla crecer rozagante en el jardín de tu hogar. A continuación, la guía y los pasos para darle una segunda oportunidad.
Si están podridas, hay que cortar las partes afectadas con una tijera y dejar la planta en reposo unas horas para que cicatrice. Luego, trasplantarla en sustrato aireado y seco.
En muchas ocasiones, la tierra vieja está compactada, mal drenada o sin nutrientes.
Elegí un sustrato acorde al tipo de planta: más arenoso para cactus y suculentas; más rico en materia orgánica para plantas de interior o florales.
Una vez trasplantada, no la riegues enseguida. Esperá 24 a 48 horas para evitar que el exceso de humedad dañe las raíces recién cortadas. Luego, regá solo cuando el sustrato esté seco al tacto.
Ubicala en un lugar luminoso pero sin sol directo, especialmente si está débil. Evitá moverla seguido: las plantas estresadas necesitan estabilidad.
Una vez estabilizada, podés estimularla con un fertilizante suave, como compost líquido o extracto de algas, cada 15 o 20 días. También, se puede pulverizar sus hojas con agua para elevar la humedad, sobre todo en interiores secos.
A pesar de todo esto, si la raíz principal está completamente muerta, o si el tronco está hueco y quebradizo, es probable que no haya vuelta atrás. Sin embargo, si hay una rama verde, aún hay esperanza.