
En los más de 200 años de historia argentina ya no es ningún secreto que la masonería tuvo una profunda incidencia en el devenir del país. La gran mayoría de los próceres y figuras de renombre pertenecían a ella.
Su influencia no solo se vio en los hechos y decisiones tomadas, también en un sinfín de símbolos que pueden verse en cementerios, obras e incluso en un pueblo entero. Este es el caso de Zenón Pereyra en Santa Fe, un asentamiento que a pesar de los años no olvida sus orígenes.
Según la web oficial, la masonería no está afiliada ni puede afiliarse a ninguna religión determinada. Enseña a practicar la virtud como calidad suprema de la moral y como lealtad de la conducta para el ideal, que debe conducir hasta el sacrificio cuando sea necesario para el cumplimiento del deber.
Busca el perfeccionamiento individual y la mejora social a través de principios como la libertad, igualdad y fraternidad. Se guían por la creencia en un ser supremo, conocido como el Gran Arquitecto del Universo, y practican ritos y reflexionan sobre símbolos que transmiten enseñanzas.
Nació formalmente el 17 de octubre de 1891. Lleva el nombre de su fundador, un empresario ganadero, integrante de la elite de la burguesía rosarina. Don Zenón Pereyra era un reconocido masón que supo alcanzar el grado más alto dentro de la logia masónica: el 33, de allí la causa de las 33 calles del trazado original del pueblo.
Aún se conservan construcciones de la época de su fundación con una importante carga simbólica en sus casas, como por ejemplo:
Lo impactante es que la misma gente del pueblo supo sobre su origen masón hace menos de 15 años. Todo surgió cuando los pueblos comienzan a sumarse al programa “Turismo Rural” y un arquitecto italiano, especialista en la recuperación de edificios antiguo, que en ese entonces trabajaba en la provincia, alertó sobre ello.
Hoy el pueblo cuenta con un circuito histórico, un trayecto autoguiado que incluye algunos de estos sitios: