
A una década del primer grito colectivo de “Ni Una Menos” que resonó en todo el país y marcó un antes y un después en la lucha feminista en Argentina, el contexto actual vuelve a encender las alarmas. Las conquistas logradas a través de años de movilización, debate, formación y políticas públicas hoy se encuentran en riesgo frente a un cambio de paradigma que avanza con retrocesos estructurales, discursivos y simbólicos. La licenciada Marcela Diodati, psicóloga y referente en salud mental y género, dialogó con Infomiba y ofreció una mirada profundamente crítica y lúcida sobre este momento político y cultural que vive el país. Sus palabras, cargadas de preocupación pero también de compromiso ético, permiten un análisis profundo de la situación.
Un escenario de retroceso
“Estamos en un momento de políticas de retroceso que es alarmante, como en el pensamiento de tanto hombres como mujeres que vuelve a quedar en un lugar oscuro la mujer y el tema de los derechos de la mujer”, advierte Diodati. Y no se trata solamente de decisiones de gobierno: el retroceso se materializa también en los discursos sociales, en las dudas sembradas sobre la legitimidad del sufrimiento de las víctimas, en la deslegitimación de las denuncias, en la reactivación de prejuicios que creíamos desarticulados.
Esta situación no es menor. Según los datos relevados por observatorios de género y organizaciones feministas, los femicidios no han disminuido: en muchos puntos del país, incluso han aumentado. Pero a pesar de esta persistencia de la violencia extrema, la atención estatal a las víctimas se reduce. “Se han reducido los lugares para atender a las víctimas y la efectividad también se ha perdido. La mujer víctima es contemplada como si estuviera actuando muchas veces. La víctima siempre es víctima, no existe una víctima que se hace pasar por tal”, remarca la licenciada. Esta afirmación toca uno de los núcleos del debate actual: el descrédito hacia las denunciantes, que termina funcionando como un poderoso inhibidor para que otras se animen a dar el paso.
¿Quién duda de una víctima?
El movimiento Ni Una Menos nació precisamente para poner fin a la impunidad, a la invisibilización, a la desprotección. Fue un grito contra el olvido y contra el silencio. Pero hoy, ese silencio parece estar regresando, reconfigurado. No por falta de voces que denuncien, sino por un sistema cada vez más indiferente e incluso hostil.
“A partir de esto empezaron a haber muchas dudas con respecto a qué hacer en los casos de violencia de género, mucho miedo a denunciar, a que no haya respuestas y que las respuestas sean negativas, es decir que no solo que no se tome en cuenta la denuncia sino que se tome en contra de la víctima”, afirma Diodati. Es el retorno de una sospecha patriarcal: la mujer como mentirosa, como exagerada, como manipuladora.
Frente a esto, la profesional subraya una responsabilidad clave: la de quienes integran los sistemas de salud, educación y justicia. “Los profesionales de la salud mental, los docentes, tenemos la obligación de denunciar. Las denuncias tienen que ser recibidas. Cuando una mujer denuncia siempre es verdad. Y cuando sucede el error, es de la justicia que no investiga bien”.
Este principio es esencial y ha sido uno de los pilares éticos del feminismo contemporáneo: no revictimizar. Sin embargo, hoy pareciera haber un intento sistemático por dar marcha atrás en este punto y reinstaurar una supuesta “equidad” que en realidad invisibiliza la desigualdad estructural. “La pregunta que me parece más alarmante es, por ejemplo, ‘¿si es violencia de género para la mujer, por qué no es violencia de género para el hombre?’, y no existe la violencia de género con el hombre como víctima”, ejemplifica Diodati. La categoría de violencia de género tiene un anclaje sociológico, estructural, basado en las relaciones de poder que históricamente subordinan a las mujeres. Pretender que es simétrica es negar esa historia.
La desprotección y el odio a las diversidades
La vulnerabilidad no es homogénea, y Diodati lo deja claro: “El riesgo es para las mujeres en primer lugar, para los menores, para las diversidades sexuales. Se trata de las poblaciones más vulnerables”. En este marco, la violencia hacia personas trans, lesbianas y no binaries no ha cesado. Por el contrario, crece alimentada por discursos de odio legitimados desde lugares de poder. “Ya hay un peso muy grande y una connotación negativa de ser mujer y la connotación negativa de ser mujer homosexual es mucho mayor. Esto no es más que valorar todavía el pensamiento patriarcal”, señala.
La desprotección tiene muchas formas: la falta de respuesta institucional, la omisión de políticas públicas, el recorte presupuestario en áreas sensibles, el vaciamiento simbólico de los derechos conquistados. Pero también se expresa en el ninguneo cotidiano, en la invisibilización de ciertas voces, en los estereotipos que persisten.
El feminismo borrado del conocimiento
Otra dimensión del retroceso es cultural y epistémica. “Habría que incorporar quizás en las universidades y en las escuelas también el pensamiento de mujeres escritoras sobre el tema del género, porque la verdad es que no vi todavía en ningún programa, aun en Psicología, que se lean autoras feministas”, reflexiona Diodati. Es una denuncia certera: el feminismo ha sido uno de los movimientos intelectuales y políticos más influyentes del último siglo, pero aún sigue relegado en los espacios de formación académica tradicional. Se enseña poco, se investiga poco, se legitima poco.
Y este vaciamiento también afecta a las nuevas generaciones. “Lo que se nota es una tristeza muy grande, sobre todo en los jóvenes y las jóvenes, porque hasta hace poco podían estar contentas de poder hacer una elección de género y no había culpa, o había menos culpa en eso, y en este momento hay miedo porque se callan las mujeres, se las agrede, se las ataca por todo”. El miedo y la autocensura avanzan como una sombra sobre los cuerpos disidentes.
Mujeres contra mujeres: la cooptación del discurso
Una de las observaciones más inquietantes que realiza Diodati apunta a las mujeres que, desde espacios de poder, replican discursos misóginos. “Ha surgido un grupo de mujeres con conductas vergonzantes que son diputadas u ocupan espacios de poder, que tienen opiniones retrógradas y basadas en la nada porque ni siquiera tienen fundamentos. Se está relegando a las mujeres que estudiamos tanto”.
El feminismo, lejos de ser un pensamiento homogéneo, es un espacio plural y en disputa. Pero lo que señala la licenciada es la utilización funcional de ciertas voces femeninas para legitimar el desmantelamiento de políticas de género, un fenómeno que se ha visto también en otras partes del mundo. El uso de mujeres para justificar la exclusión de otras.
Viejismo, sexualización y el precio de ser mujer
Finalmente, Diodati denuncia una problemática menos visibilizada pero no menos vigente: la discriminación por edad, o viejismo, que afecta particularmente a las mujeres. “Está bien que se integre a mujeres jóvenes, pero también hay mujeres que son más grandes y que tienen un mensaje para dar. Hay un prejuicio terrible que nos marca: somos permanentemente castigadas si somos lindas, feas, gordas o flacas. Está como revitalizado ese tema”.
Las mujeres, al parecer, nunca alcanzan el estándar correcto. Demasiado jóvenes o demasiado viejas. Demasiado lindas o demasiado comunes. El cuerpo y la edad siguen siendo criterios para habilitar o desautorizar voces, incluso dentro del propio campo feminista. La belleza hegemónica sigue siendo un pasaporte más válido que las ideas.
Ni Una Menos: hoy más que nunca
Las palabras de Diodati no son solo un diagnóstico; son una advertencia urgente. El movimiento Ni Una Menos no se reduce a una marcha o una consigna. Es una construcción colectiva, un proceso político de largo aliento que hoy está en disputa. La pregunta que debemos hacernos es: ¿qué estamos dispuestos a tolerar? ¿Vamos a dejar que los derechos conquistados se esfumen con decretos, discursos negacionistas y falsas equivalencias?
Porque como bien dice Diodati, “la víctima siempre es víctima”. Y mientras haya una sola mujer silenciada, agredida, invisibilizada o asesinada, seguiremos gritando: Ni Una Menos.