domingo 08 de junio de 2025
- Edición Nº2377

Provincia

¿Cuánto tiempo pasás con el celular?

La hiperconectividad avanza: casi el 40% de las personas usa el teléfono más de seis horas al día

Un informe revela uso extremo de dispositivos móviles y alerta sobre consecuencias laborales y psicológicas Sindicalistas y especialistas en salud mental analizan cómo la dependencia digital afecta a trabajadores, niñas, niños y adolescentes. ¿Es hora de legislar el derecho a la desconexión?



Una encuesta reciente de la Defensoría del Pueblo de la provincia de Buenos Aires encendió las alarmas: casi el 40% de las personas –adultos, adolescentes y niños incluidos– utilizan el celular más de seis horas por día. El estudio, que forma parte de la campaña “Desconectar para conectar”, no solo revela un fenómeno de hiperconectividad que atraviesa a todos los sectores sociales y edades, sino que también plantea interrogantes urgentes sobre la salud mental, las condiciones laborales y la calidad de los vínculos humanos en la era digital.

La encuesta muestra que el 37,2% de los adultos usa su teléfono más de seis horas diarias y el 26,2% lo revisa constantemente. Entre los menores, un 34,4% también supera ese umbral, y más de uno de cada cinco lo consulta “en todo momento”. Las redes sociales, la mensajería y el entretenimiento concentran la mayoría de los usos, mientras que el trabajo representa más del 30% en el caso de los adultos. Sin embargo, detrás de estos números hay mucho más que un patrónde consumo tecnológico: hay síntomas de una sociedad agotada, ansiosa y cada vez más demandada por la conectividad permanente.

 

Cristian Vander: “Estamos frente a un problema social de grandes magnitudes”
Para Cristian Vander, secretario general del Sindicato de Telecomunicaciones de La Plata, los resultados del informe son, en sus propias palabras, “preocupantes”. “En la provincia de Buenos Aires hay 17.400.000 equipos móviles actualmente, prácticamente la misma cantidad de ciudadanos, varios con más de un dispositivo. Ese 40% de uso intensivo es un dato que nos alarma en el marco de la salud mental”, sostuvo en diálogo con Infomiba.

Vander no duda en afirmar que la hiperconectividad es reflejo de una transformación estructural. “Ya no solo cambió la forma en que nos comunicamos y trabajamos, también se transformó cómo nos informamos, alimentamos y trasladamos. Pero es difícil encontrar un camino regulatorio claro ante este fenómeno tan nuevo”, advierte.

Uno de los focos centrales del análisis sindical es el impacto sobre las condiciones laborales. “Hoy hay monitoreo constante del desempeño, presiones innecesarias, hasta en los traslados al lugar de trabajo. Todo esto genera ansiedad y deterioro de la salud mental”, explica Vander. Por eso, desde el sindicato vienen impulsando acuerdos de “desconexión digital” y teletrabajo con algunas empresas del sector. Aunque reconoce que no todas acompañan, destaca que “ya se firmaron actas que esperamos seguir fortaleciendo. No es lo mismo teletrabajar desde casa que estar conectado las 24 horas”.

La preocupación no se limita al ámbito adulto. Vander subraya el impacto negativo en niños, niñas y adolescentes: “Hay un 43% de chicos expuestos a la obesidad, trastornos en el desarrollo, problemas alimentarios por mala información, y hasta conflictos con chatbots. Esto demuestra la necesidad urgente de políticas públicas para fomentar la desconexión y construir pensamiento propio desde la infancia”.

Desde el Observatorio que integra el sindicato, están realizando convenios con universidades y otras organizaciones para sistematizar investigaciones sobre el impacto de las pantallas en la salud y el bienestar. Y en cuanto a la campaña “Desconectar para conectar” lanzada por la Defensoría, considera que “es una excelente iniciativa para visibilizar el problema e impulsar un abordaje transversal”.

Pero, a pesar de los esfuerzos gremiales, Vander advierte que la solución definitiva requiere voluntad política. “Necesitamos un marco legislativo-regulatorio. La desconexión digital y el uso correcto de la tecnología debe preocupar a todos los sectores. Las empresas deben implementar estrategias urgentes para equilibrar el entorno digital, tanto para trabajadores como para usuarios”, sostiene.

Sobre la brecha digital, remarca que existen dos dimensiones: “una es la falta de conectividad por ausencia del Estado en territorios alejados, y otra es la exclusión económica, por tarifas altas y dispositivos inaccesibles. La conectividad es un servicio esencial y el Estado debe garantizar un acceso justo”.

Marcela Diodati: “El uso excesivo del celular evita que los adultos se vinculen con profundidad”
Ya desde un enfoque psicológico, la licenciada Marcela Diodati también aportó a Infomiba una mirada crítica sobre el uso compulsivo de los dispositivos móviles. “Estamos frente a una situación que, sobre todo en niños, se parece a una adicción. Si no hay una regulación adulta, el celular se convierte en un problema”, sostiene.

Para Diodati, en el caso de las infancias, el celular debería estar estrictamente restringido a fines de seguridad o, en todo caso, educativos. “No hay ninguna necesidad real de que un niño tenga un celular. Para comunicarse, hay otros medios. No es una herramienta para jugar o entretenerse sin supervisión. Es responsabilidad de los adultos poner límites claros”, insiste.

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Pero el fenómeno excede a los chicos. En los adultos, advierte, el uso excesivo del celular tiene consecuencias graves en los vínculos humanos. “Las personas ya no se miran mientras comen. Hay una pérdida del encuentro real. El celular se ha convertido en una forma de evasión: para no pensar, para no hablar, para no conectarse". Es decir, aunque el uso genere frustración, mucha gente no puede ni quiere dejarlo, porque lo vive como una necesidad.

Este círculo, según explica Diodati, genera una dependencia emocional profunda. Resulta finalmente en un mecanismo de evasión, pero también una adicción. El dispositivo se vuelve un objeto transicional, una compañía constante. La conexión permanente deja poco espacio para la introspección, la escucha y el silencio.

Un desafío colectivo: regular, educar y reconstruir el vínculo humano
El informe de la Defensoría, las voces del sindicalismo y el análisis desde la salud mental coinciden en una idea central: estamos frente a un problema complejo, estructural, que requiere respuestas urgentes desde múltiples frentes. El uso intensivo de los dispositivos no es solo un hábito, es un síntoma de una nueva forma de vida que transforma nuestros vínculos, nuestras condiciones laborales y nuestra salud emocional.

Mientras el Estado se repliega de sus funciones promotoras en conectividad y regulación, el desafío de construir un entorno digital saludable queda en manos fragmentadas: algunos gremios, algunas familias, algunos profesionales. La campaña “Desconectar para conectar” puede ser un buen punto de partida, pero no alcanza con apelar a la responsabilidad individual. Se necesita una legislación clara sobre el derecho a la desconexión, se necesitan empresas comprometidas con el bienestar de sus trabajadores y consumidores, y sobre todo, se necesita una sociedad que vuelva a valorar el silencio, la conversación y la mirada directa.

La hiperconectividad no es el futuro: es el presente. Y cómo decidamos enfrentarlo, regularlo y vivirlo, definirá nuestra salud mental, nuestros vínculos en los años por venir.

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